Estaba sentado, veía como el viento cambiaba de color sin avisar, lo contemple firmemente como tratando que se convirtiera en transparente otra vez, de pronto una luz entro por un minúsculo huequito, se poso sin preguntar sobre un silla que estaba vacía, y me contó una historia, de una amiga que coleccionaba rosas que la gente tiraba para desechar ilusiones, era un cuento triste, pero lleno de amor, pues por mas que las rosas estaban tiradas contenían el aroma de lo posible. Ese pequeño rayo de luz se fue moviendo hasta una mesa donde bebió un trago de café. // Pensé seriamente, ¿por que es necesario tirar las rosas?, y lo entendí, una vez que se marchitan, y las pequeñísimas gotas de rocío que miraban desde ellas se desvanecen, solo quedan las espinas y esas duelen. Pero… ¿quien no se pico con una espina de rosa alguna vez?, y comprendí que cada ilusión lleva consigo la inevitable tragedia del dolor. // Pero también, es real que mucha gente guarda rosas secas, entonces… ¿Qué es lo que intentan hacer?, ¿es solo un acto desmedido del recuerdo frustrado? ¿La ilusión de retener lo sin vida?... no, creo y solo creo, que hay gente que se anima a ese trágico dolor, y que mas allá de que las gotas de rocío ya no están, y marchita la rosa, amar es el gusto por picarse los dedos debes en cuando. // El rayito de luz se fue, pero no sin decirme antes, “te espero afuera”.
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