Y se sintió ajeno a todo control, desplegando un sin fin de demonios que desgarraban cuanta carne aparecía al rededor, el aroma a miedo se fundía al deseo impregnado cada suspiro, entonces, la necesidad de caer solo se mostró en sus ojos… y se dedico a morir, solo para poder mirar desde lejos eso que lo mataba, y en un solo latido regreso al desierto de su cuerpo, que habitado por plagas, pestes y microbios lo hacían despreciar la muerte… aunque deseos del voye, que lo mantenía a salvo, prefirió esa lenta agonía que lo llenaba de vida.